La apariencia física de Atila debía ser, muy probablemente, la de alguien del Extremo Oriente o del tipo mongol, o quizá una mezcla de este tipo y del de los pueblos túrquicos de Asia Central. Seguramente mostraba rasgos del Oriente asiático, que los europeos no estaban acostumbrados a ver, y por eso lo describieron con frecuencia en términos poco elogiosos.
Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie. Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Gengis Kan y Tamerlán: todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje. La realidad sobre sus caracteres respectivos puede ser más compleja. Los hunos del tiempo de Atila se habían relacionado durante algún tiempo con la civilización romana, particularmente a través de los aliados germanos (foederati) de la frontera, de modo que cuando Teodosio envió su embajada del 448, Prisco pudo identificar como lenguas comunes en la horda el huno, el gótico y el latín. Cuenta también Prisco su encuentro con un romano occidental cautivo, que había asimilado tan completamente la forma de vida de los hunos que no tenía ningún deseo de volver a su país de origen. Y la descripción del historiador bizantino de la humildad y sencillez de Atila no ofrece dudas sobre la admiración que le causa. Asimismo, de los relatos del mismo Prisco se desprende con claridad que Atila no sólo hablaba perfectamente el latín, sino que sabía escribirlo; además hablaba griego y otros idiomas, por lo que muy probablemente se trató de un hombre de gran cultura para los cánones de la época.
Atila es conocido en la historia y la tradición occidentales como el inflexible “Azote de Dios”, y su nombre ha pasado a ser sinónimo de crueldad y barbarie. Algo de esto ha podido surgir de la fusión de sus rasgos, en la imaginación popular, con los de los posteriores señores esteparios de la guerra, como Gengis Kan y Tamerlán: todos ellos comparten la misma fama de crueles, inteligentes, sanguinarios y amantes de la batalla y el pillaje. La realidad sobre sus caracteres respectivos puede ser más compleja. Los hunos del tiempo de Atila se habían relacionado durante algún tiempo con la civilización romana, particularmente a través de los aliados germanos (foederati) de la frontera, de modo que cuando Teodosio envió su embajada del 448, Prisco pudo identificar como lenguas comunes en la horda el huno, el gótico y el latín. Cuenta también Prisco su encuentro con un romano occidental cautivo, que había asimilado tan completamente la forma de vida de los hunos que no tenía ningún deseo de volver a su país de origen. Y la descripción del historiador bizantino de la humildad y sencillez de Atila no ofrece dudas sobre la admiración que le causa. Asimismo, de los relatos del mismo Prisco se desprende con claridad que Atila no sólo hablaba perfectamente el latín, sino que sabía escribirlo; además hablaba griego y otros idiomas, por lo que muy probablemente se trató de un hombre de gran cultura para los cánones de la época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario